Celebramos abril por la razón que Chile entero conoce. Pero podríamos celebrar todo el año. Podríamos conmemorar marzo por el “¡se pasó!” de Caszely, o mayo por la muerte de David. O junio por la hazaña del ’91. Julio por el penal de Aceval. Septiembre por el Monumental. Diciembre, por tantos campeonatos. Tantos campeonatos. Tantos goles.

Y si hablamos de goles, déjenme contarles de uno muy especial. Pasó en abril. El 15 de abril.

Para entenderlo bien hay que tener la edad justa. Hay que haber ganado la Copa Libertadores a esa edad en que los niños viven, respiran fútbol. Esa edad en que nada más existe. Cuando los jugadores no son héroes, sino que superhéroes, aún protegidos por la neblina mágica que baña la infancia.

Pero luego hay que crecer. Hay que perder un par de veces después de haber sido invencible. Hay que descubrir que la vida es más que fútbol. Hay que escuchar discos, enamorarse. Ver mucha televisión. Hay que ser un adolescente que aprende a desconfiar, a descreer…que observa cómo los adultos se toman el fútbol distinto, como una entretención, nada de vida o muerte.

El gol comienza con un rumor que leí en la Don Balón, pero me negué a creer hasta no ver con mis propios ojos a “Barti” jugando por la Católica.

En ese momento debí haberle dado la espalda a él como mi ídolo, a Colo Colo, al fútbol, a todo. Así hubiera tenido una vida más normal, menos neurótica. Pero no supe hacerlo. No hay vuelta atrás con las pasiones.

Lo que pasó dentro de la cancha ya lo saben. Ustedes vieron las imágenes. Acá está el video, pero ustedes se saben la escena de memoria. Barticciotto cambia el palo en el arco sur del Nacional… Y no celebra.

Llegan sus compañeros a abrazarlo y él tiene una cara de esas que no se pueden fingir. El “Beto” Acosta le comentaría después que lo vio tan triste que más que felicitarlo sintió ganas de ir a darle el pésame.

Fuera de la cancha pasó que un hincha, entre tantos millones, comprendió que el fanatismo no era un delirio pasajero ni una fijación infantil, era algo que duraba para toda la vida, sin renuncias. Así lo vivimos, domingo a domingo. No sacamos ningún provecho de este sentimiento que nos esclaviza pero seguiremos estando ahí siempre, nosotros los hinchas de a pie, los de verdad, a quienes nadie nos regala nada ni nos da beneficios de ningún tipo.

Ya sé que fue un gol contra nuestra camiseta, pero es mi gol favorito por lo que implica. Significaba y sigue significando que por más que algunos digan que esto es un espectáculo y un negocio, hay algo que queda más allá de sus cálculos. Pueden comprar a un jugador y éste puede rendir como un profesional y hacer su trabajo. Si “Barti” daba el pase o la mandaba sobre el travesaño, nadie lo hubiera notado. En cambio, cumplió con su deber y convirtió el gol. Sí, para eso le pagaban. Pero quienes compraron su pase no compraron sus sentimientos. Sus sentimientos estaban con Colo Colo y tampoco nadie aquí se los compró. ¿O creen que recibió un bono por horas extra cuando en 1996 lo expulsaron en una semifinal de la Copa Chile –el día del banderín de Espina- y se fue a la tribuna a saltar en el tablón como uno más de nosotros?

Un 15 de abril Marcelo Pablo Barticciotto nos hizo un gol, como un profesional. Para él fue su gol más triste. Para mí, fue la derrota más linda de todas.

Un 15 de abril Marcelo Pablo Barticciotto demostró que era algo más que un profesional. Algo mejor: Era un hincha. Recordémoslo así. Bueno, y como un héroe… Un superhéroe.

Por “Empuje y Coraje