En el Clausura del 2011, la mejor Universidad de Chile de la historia logró rescatar un agónico empate ante Colo Colo en el Estadio Monumental, el cuál celebraron con la misma euforia que un título, en el recordado partido del autogol de Osmar Molinas que sentenció la igualdad.

Uno de los momentos más polémicos de aquel encuentro fue el criminal patadón de Albert Acevedo a Raúl Olivares. El portero terminó con cortes en el rostro y la oreja, además de una fractura de clavícula.

En diálogo con Redgol, el ex portero albo narró lo ocurrido esa tarde en Macul. "Ganábamos 2-1 y me tocó entrar. Vi que Juan Castillo va a reclamar a mitad de cancha y le ponen la segunda amarilla y lo expulsan. Quedamos todos con el trasero en las manos. Ya no encontrábamos que hacer. Era la mejor U de todos los tiempos, la de Sampaoli", comenzó.

Agregó que “estábamos dominando, de repente me toma una pelota entre líneas, no se quien la mete, pero veo que está en mi posición, voy y veo de reojo que viene alguien y ahí pensé ‘mierda, acá tengo que poner todo, no me pueden hacer un gol en un clásico, voy con todo a lo que se atraviese’. Cuando llego a la pelota y siento como que me arrolló un tren, un dolor que me dobla toda la columna, la oreja rajada, la clavícula quebrada”, detalló.

Aquella falta de Acevedo la recuerda como “la peor infracción de mi carrera, la más grave y también la más injusta. No le dieron nada, ni amarilla. Conversamos después con Albert, no tenía la intención de pegarme, se jugaba la vida como yo en un clásico, así que íbamos al 100 por ciento. Me plantó la patada, pero también hay un árbitro que le debió poner la roja porque no puede ir así. Pero no le dio nada, no me explico como no vio nada, es increíble”.

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Era tanto el dolor, que Olivares sufría hasta con el agua que le echaron los médicos para lavar su herida. A pesar de todo, quiso seguir jugando, pero evidentemente no estaba al cien por ciento para encarar lo que quedaba de partido.

“Cuando estoy en el suelo llegan los médicos y me dicen ‘Araña ¿estás para jugar? Yo les digo que sí. Me empiezan a echar un líquido en la oreja y yo gritaba tirando miles de garabatos pidiendo que no me echen alcohol, pero me dicen que era agua. Me dolía tanto que pensaba que era alcohol, me vuelven a preguntar si me sacan, pero pido que me dejen y me tranquilicé. Me levanto, me vendan la cabeza, medio loco, pero me acordaba de todo, nunca perdí la consciencia. Lo que sí, perdí toda la energía, estaba sin fuerza por el golpe que recibí, no sentía bien el cuerpo, pero me levanté igual”, profundizó.

De regreso a la cancha, el meta notó que estaba peor de lo que pensaba. “El problema no viene ahí, agarro una pelota y Boris Rieloff me la pide, se la tiré con la mano y me di cuenta de que no podía mover el hombro por la clavícula. Ahí me di cuenta de que estaba mal. Le hago señas al doctor, pero me dice tranquilo, no había mucho que hacer, no quedaban cambios. Preferí pegar un voleo que Carlitos Muñoz y Olivi estaban solos contra Herrera, Rojas estaba detrás, y los dos se entorpecen y la pierden”, añadió.

Reveló algunas cosas que le decían desde la U, además de mantener sus reclamos por los 10 minutos de descuento que dio Claudio Puga. “Después de un tiro de Rivarola que alcancé a sacar, el brazo no lo sentía más, así que me quedé tirado. Edu Vargas y me dice que me deje de hacer tiempo. Yo le digo ‘casi me sacan la cabeza y me decí que estoy haciendo tiempo’. Más encima el árbitro dio 150 minutos de descuento, viene el desastre y nos hacen el autogol. Fue un recuerdo amargo, después de ese episodio me perdí muchos partidos por la clavícula quebrada. Cuando volví me sentía mal todavía y pierdo pelotas en amistosos, no estaba bien”, cerró.