“Colo Colo no es una fábrica de jabones”. La frase pertenece a Claudio Borghi y es de hace ya tres años, cuando estaba cerca de irse tras la explosión de un largo trabajo de inferiores que le permitió liderar la última era exitosa del club.
El Bichi hacía referencia a que en el fútbol, las instituciones no se manejan como cualquier empresa, precisamente cuna de origen en el éxito laboral de muchos quienes están hoy en las sociedades anónimas y más aún en Blanco y Negro, donde, a la luz de las declaraciones vertidas en el último tiempo, queda más que claro que Hernán Levy se integró hace poco, muy poco al mundo pelotero.
Entonces uno piensa que a cargo de las contrataciones debe estar alguien que sepa de esto, precepto bajo el cual se trajo a Jaime Pizarro. Sin embargo, el timonel de la concesionaria dijo el miércoles en conferencia de prensa que “la primera responsabilidad en las contrataciones es mía, porque el que toma la decisión final y firma el contrato soy yo”.
Primer error: no puede tener la última palabra en la contratación de un jugador alguien que no sabe de fútbol. ¿Se puede deslizar de esto que la última palabra de Jaime Pizarro entonces es “sí, señor”? No pues, para eso no se trajo al Káiser.
En el primer semestre el plantel se conformó pésimo, una tónica del mandato de Guillermo Mackenna: Juan Castillo, Álvaro Ormeño, Mario Salgado, Patricio Jerez, Agustín Alayes, Marco Medel y Joan Muñoz. ¿Cuántos son titulares indiscutidos hoy? Ninguno, tomando en cuenta que hasta el golero fue sacado para dejar a Raúl Olivares y Francisco Prieto.
Con Pizarro se esperaba una mejora sustancial. Al menos en nombres estuvo: Carlos Muñoz, Roberto Gutiérrez, Mauro Olivi, Christian Vilches, Osmar Molinas y Boris Rieloff recibieron la camiseta alba.
Uno ve eso y dice “buenos nombres”. Sin embargo, el signo de interrogación comenzó a formarse cuando Américo Gallego dijo en una conferencia el 9 de julio lo siguiente: “Me sigue faltando un enganche y un delantero, y yo creo que estamos ahí, ahí me darán en el gusto los dirigentes”… Y no le dieron el gusto, don Tolo.
Eso lo manifestó con los fichajes de Vilches, Rieloff, Gutiérrez y Molinas consumados. ¿Y el enganche? Nada, llegaron dos delanteros: Olivi y Muñoz.
Ya que salió el paraguayo a colación, Gallego había pedido expresamente a Nicolás Olmedo de Godoy Cruz. Tras él venía en la lista Agustín Pelletieri. Pero en ninguna parte figuraba Osmar Molinas. “¿Quién es? No lo conozco, no me sirve”, dijo en Rancagua el cordobés, quien finalmente fue convencido. El puesto del volante de contención era clave para el Tolo y fue, precisamente, donde le trajeron un elemento que él no quería. El resultado está a la vista. Ojo: nada contra el paraguayo, pero para un DT es muy complicado hacer funcionar a un futbolista que no solicitó.
Colo Colo tiene buenos nombres, pero para que se de un trabajo integral se tienen que conjugar muchos factores: que desde arriba bajen directrices identificadas con el club, que se golpee la mesa exigiendo porque quien manda sabe lo que es este equipo realmente; que a un técinco lo dejen trabajar a largo plazo de una vez y por todas, no puede ser que estemos con un DT haciendo la pretemporada y con otro dirigiendo después; que al entrenador se le traiga expresamente y como máximo el segundo o tercero pero de su lista de prioridades, no caprichos dirigenciales y, finalmente, si no sabe de fútbol alguien inmerso en este mundo, al menos, debe rodearse de gente experta, porque si salen más declaraciones como las del otro día estamos apagando el incendio con bencina.