Jaime Valdés lanzó un furioso remate que dio en Branco Ampuero. Polémicas más, polémicas menos, el Pájaro tomó el balón de inmediato para ejecutar el penal que había cobrado Julio Bascuñán a insinuación de su primer asistente, convirtió el gol y rápidamente corrió al banco. ¿El motivo? Fue a abrazar a Abel Sepúlveda, masajista de Colo Colo.

“¿Por qué me abrazó? Es que soy su regalón. Y él es mi regalón. Yo soy el que lo masajeo. Él me prometió un gol y lo hizo. Todos son regalones, atiendo a varios, pero ese es un caballero. Caballero porque desde que llegó lo atiendo, soy el único que lo masajea”, comentó don Abel a LUN aún emocionado.

Abel Sepúlveda llegó a Colo Colo en 1980, cuando el Pájaro aún no nacía. Tiene 75 años y 38 de ellos los ha vivido en el Cacique. En 1993 pasó al primer equipo y de ahí no se movió más.

Sobre su trabajo, comentó al mismo medio que sus masajes “son para calentarles los músculos. Es un masaje deportivo, antes y después del partido. El previo es uno rápido para calentar el cuerpo. Aunque ojo, si a un jugador uno lo masaje 100 veces, todo está en el cerebro. Pajarito venía un poco golpeado y hay que prepararlos para el partido de la Libertadores también. Para estos partidos exigentes uno siente cómo aumenta la adrenalina, se siente en el músculo. Hay que decir, además, que el trabajo que hace Guede en la semana es estupendo y eso influye”.

Finalmente, dijo del reconocimiento de Valdés que “uno se siente bien, no es la primera vez que el Pájaro me reconoce, a veces me sube a Instagram porque me estima”.