El mercado de pases invernal comienza en el fútbol chileno y hay muchas historias que contar con traspasos que quedaron en los libros de nuestro balompié, incluso, en la era amateur. Como siempre, Colo Colo fue pionero en exportar jugadores y ya en la década del 30, tuvo en sus filas a un jugador que marcaría época en el fútbol argentino.

Hablamos de Iván Mayo. “Chincolito”, como era apodado, era un habilidoso delantero que se escabullía entre los defensores y, para evitar los golpes, daba saltos constantemente mientras corría. He ahí el sobrenombre, haciendo alusión al Chincol, pequeña ave que habita en nuestro continente. También lo llamaban “el expreso de la tarde” o “el ferrocarril” ya que, según cuenta Sebastián Salinas en el libro “Por empuje y coraje”, “era siempre puntual a la hora de hacer golees y porque marcaba todos los domingos”.

Nacido en Quillota en el año 1910, Chincolito se formó como delantero en el Colegio San Luis, equipo que después pasaría a ser San Luis de Quillota. Destacó siempre en las selecciones locales y de la asociación de Santiago en 1928, pero nunca llegó a la selección chilena, pese a su tremendo talento. Así fue que en 1932, tras destacar en territorio quillotano, llegó a Colo Colo.

Le bastó sólo un año para brillar de gran manera. Formó una delantera letal junto al Chato Subiabre, Guillermo Arellano, José Miguel Olguín y Carlos Schnneberger. Con cada partido, Iván Mayo demostraba que estaba para grandes cosas y, por lo mismo, no fue extraño cuando lo llamaron desde el fútbol argentino, actividad que ya era profesional desde 1931.

Iván Mayo en portada de la revista El Gráfico de Argentina.

Iván Mayo: de Colo Colo a ídolo en Vélez Sarsfield

Debido a la gran tribuna que le daba Colo Colo, Mayo partió a Argentina, en un comienzo, a fichar en Racing, sin embargo, firmó en Vélez Sarsfield, recibiendo las primeras bonanzas de un fútbol profesional. Tal era la diferencia con nuestra competición que, al tener una actividad amateur, ni San Luis ni el Cacique recibieron un solo peso por la transferencia del jugador, cuestión que hacía menesterosa la profesionalización.

Iván Mayo tenía sólo 22 años cuando llegó a Vélez y de inmediato se hizo de un nombre. En el Fortín, alcanzó a jugar 108 partidos, marcando 46 goles y ganándose el cariño de la hinchada. Además, fue nombrado capitán de un equipo plagado de estrellas como Spinetto o Agustín Cosso. Junto con lo anterior, fue portada de la Revista El Gráfico en dos ocasiones, signo inequívoco de que era todo un crack en la época.

Gracias a su destacada participación, en el fútbol argentino comenzaron a fijarse en los jugadores nacionales. Así fue que Roberto Luco llegó a Boca Juniors, Osvaldo Lira al mismo Vélez, pero no fue sino hasta Sergio Livingstone en Racing, que un chileno no triunfaría como lo hizo Chincolito.

La fatídica patada a Iván Mayo que lo sacó de Vélez

Era tal su habilidad, que los defensas se aburrieron de ser sobrepasados. Fue así que en un partido frente a River Plate, un zaguero uruguayo del equipo millonario le propinó una feroz patada con resultado de fractura. Nunca se pudo recuperar de la lesión y, finalmente, salió de Vélez en 1938. Llegó a Chile y militó en Santiago Morning y en Iberia, pero nunca pudo volver a ser lo que había sido.

Su carrera fue tal, que se crearon varios clubes en su honor, por ejemplo, el Club Deportivo Iván Mayo de Villa Alemana que se fundó, justamente, en 1938. Además, una tribuna del Estadio Lucio Fariña lleva su nombre y, a pesar de la identificación con San Luis fue tal la importancia que tuvo en Colo Colo, que sus restos mortales descansan en el Mausoleo de los Viejos Cracks del Cacique, después de su muerte en 1979 (68 años) producto de un accidente de tránsito.