El otro día miraba con culpa el partido de Colo – Colo contra Cruzeiro, porque en el fondo de mi alma, prefería que el equipo no hiciera los cuatro goles que se necesitaban para clasificar.
Culpa que quizá, comparto con miles de hinchas que no esperaban clasificar.
Quizá estas palabras puedan molestar a muchos y otros pondrán el grito en el cielo diciendo que uno no es hincha de verdad, pero el lograr los cuatro goles y clasificar, significaba que Hugo Tocalli sería ratificado como técnico.
No me gusta Tocalli, ni su estilo, ni su forma de explicar los cambios, tácticas, y decisiones que toma en los partidos. Clasificar significaba seguir apostando a este estilo seco, sin brillo y sin alegría de jugar que tiene el equipo en este momento.
Hasta cuando Gustavo Benítez entrenaba al equipo me entretenía ver los partidos. Ahora me aburro. Es como cuando no sabes muy bien, lo que ocurre con tu esposa, o novia, que a pesar del amor que sientes por ella, te aburre. Y notas que hay que hacer un cambio, renovar la relación, arreglarla para volver a sentir esa felicidad que te embargaba cuando la veías sonreír. Lo mismo pasa acá. Se ve un equipo triste, cansado y sin ideas al que cuando uno lo mira y se aburre y uno nunca quiere sentir esa sensación cuando ve jugar a Colo – Colo. Porque acá hay cariño y amor. Y como dicen en la película “El secreto de sus ojos”: Uno puede cambiar todo, menos de pasión
La alegría que uno siente cuando mira a Colo – Colo y la emoción que te llena cuando recuerdas los goles de un pasado cercano, es lo que debemos recuperar. La pasión ya está, siempre ha estado y nunca se irá. El técnico que llegue debe entender que Colo –Colo debe salir a entretener a sus hinchas, a emocionarlos, a demostrarle que, pese a perder, se dejó el corazón en la cancha. A enseñarles que cuando sientan que todo está perdido, deben sacar a garra y luchar por lo que les pertenece y obtenerlo.