Marcelo Fracchia era un talentoso volante ofensivo que llegó al fútbol chileno en 1992, tras ser titular con Uruguay en los cinco partidos que disputaron los charrúas en la Copa América, realizada en nuestro país un año antes.

Fue parte de un buen número de futbolistas seleccionados que llegaron a Chile tras ese certamen y rápidamente destacó con Deportes Temuco, siendo figura y llamando la atención del Cacique, que finalmente lo fichó para el torneo de 1994.

 

En conversación con Redgol y DaleAlbo, el ex seleccionado charrúa sólo tuvo elogios para sus antiguos compañeros y recordó su paso por el Monumental con mucho cariño.

“Llegar a Colo Colo fue un cambio importante y motivador, a quien no le va a gustar jugar en el equipo más grande de Chile. Llegar a ser parte de un grupo que tenía toda una selección de Sudamérica era tremendo. Estaba el Diablo Etcheverry, mejor jugador de la historia Bolivia, en el puesto de 10 estaba el Coke Contreras, Marcelo Vega. La competencia era extraordinaria, de repente cualquier otro jugador se asusta por no tener ese espacio, pero para mí era extraordinario. Cada entrenamiento era mi oportunidad de aprender y ser mejor”, dijo desde Estados Unidos.

Sobre aquella campaña donde los albos alcanzaron el cuarto lugar del torneo, recordó que “por ser equipo grande todo tiene mayor trascendencia, si no ganas todo lo que compites no es exitoso. Sólo ganamos la Copa Chile, hicimos una buena Copa Libertadores y pudo haber sido mejor, pero en lo humano, el grupo en sí me dio muchos de los mejores recuerdos futbolísticos, fue maravilloso”.

Abordó los cambios de entrenador que sufrieron ese año, ya que los dirigió Vicente Cantatore, Eddio Inostroza e Ignacio Prieto, mermando el rendimiento del equipo, además de narrar la lesión que le impidió brillar como esperaba.

“Es imposible que a un jugador no le afecte el tener tres entrenadores en un año. Puedes terminar bien, ganando incluso, pero el rendimiento afectó. A mí además me tocó jugar con una rodilla lastimada, jugando muchos meses en malas condiciones, de hecho, tuve que pasar por el quirófano. Todas las mañanas me levantaba con la rodilla inflamada y mucho líquido, tenía que pasar a algún lugar para que me quitaran ese líquido. En condiciones normales no debería haber seguido jugando y tal vez el futuro hubiera sido diferente, pero no me arrepiento de nada”, concluyó.