El nombre de Arturo Vidal, ex jugador de Colo Colo e hincha del club, ya está grabado a fuego en la historia del fútbol nacional. No sólo por haber llegado a la élite del balompié, sino también por ser artífice de los primeros títulos de la selección chilena.
Pero la vida del “Rey” no siempre fue así. La revista Panenkalogró relatar los momentos más íntimos de Vidal antes de convertirse en crack.
Uno de los pasajes más oscuros del largo trayecto que Arturo tuvo que sobrellevar fue el abandono de su padre. Según se lee en la historia, el padre de Vidal desapareció de un día para otro dejando tirados a sus hijos:
‘“Se casan siendo adolescentes, tienen hijos y cuando se dan cuenta de lo que cuesta tirarlos adelante, la fiesta se termina”, razona Albornoz, primo de Vidal. Sin embargo, en el barrio la tesis no es del todo compartida.
Claudio Becerra, uno de los primeros mentores de Vidal, relativiza:“Erasmo se iba el viernes de fiesta y volvía el miércoles siguiente, pero de ahí a decir que los abandonó hay un gran paso. Salía y bebía mucho, pero siempre volvía, aunque a veces se perdía durante más de una semana”. Lo cierto es que Arturo Vidal le ha guardado rencor a su padre durante mucho tiempo, ya que éste no regresó definitivamente hasta que llegó el éxito”‘.
¿Y los inicios del King? “Daba la vuelta a la cancha haciendo toques y descalzo hasta que le sangraban los pies”, recuerda Ramón Henríquez, ex presidente del RodelinoRomán. Sobre el terreno mágico de su club, Vidal aprende el oficio de futbolista. “Tenía un corazón enorme. Aquí todos le llamaban el ‘Cometierra’ porque volvía a casa con fango hasta las pestañas. Todavía hoy, es un tipo capaz de comerse la tierra y levantarse las veces que haga falta. Es un guerrero”, detalla Henríquez.
En el relato de la revista Panenka está presente el testimonio de Hugo González, el primer entrnador que tuvo Vidal en Colo Colo. Lo recuerda como un chico repleto de voluntad, pero por sobre todo bromista e indisciplinado:
“Nadie puede garantizar con 15 años si un chico llegará a ser un crack y quien diga lo contrario es un mentiroso, especialmente en el caso de Vidal. Era un jugador correcto, llamativo, con un buen toque de pelota, pero igual de desordenado dentro como fuera del campo“, repasa González.
Con todo el talento que tenía Arturo y que veían en él sus profesores, sólo una escena familiar le hizo darse cuenta que tenía que jugarse el todo o nada para ser futbolista profesional.
“Un día mi madre volvió de trabajar y de tanta hambre que teníamos no podíamos ni comer. Afuera llovía y la casa estaba toda mojada. Mis hermanos y yo nos pusimos a llorar y fue entonces cuando le prometí a mi madre que me convertiría en futbolista”, confesaba en 2012 aEl Mercurioel propio Vidal.
El jugador no ha olvidado El Huasco y El Huasco tampoco le ha olvidado a él. A Patricia, una amiga de su infancia, aún se le iluminan los ojos:“El año pasado, Arturo organizó una fiesta de disfraces para todo el barrio. Alquiló dos buses para que todos fuésemos a su casa. Nunca se ha olvidado de nadie. Puede que sea millonario, pero en su alma sigue siendo un pobre”.
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