El primer triunfo siempre tendrá un sabor especial para todos y sobre todo para Chile, que durante los primeros torneos continentales era la cenicienta de la competición, siempre mirando como los rivales del Atlántico arrasaban con ellos.

A partir de 1916, con la creación del primer ente rector del fútbol sudamericano (que más tarde se llamaría Conmebol), se disputaron anualmente torneos continentales llamados Sudamericano (la Copa América de esos años), donde Chile sólo cosechó derrotas hasta 1920, cuando sacó su primer empate ante Argentina.

Lamentablemente, cuando parecía que el país tendría un progreso, quedaron fuera de las ediciones de 1921 y 1923 por las disputas entre el fútbol amateur y el naciente profesionalismo. Volvieron a la edición de 1924, pero nuevamente sumaron caídas y en 1925 no asistieron, estaban cansados de las humillaciones.

Todo eso cambió con la irrupción de un joven idealista llamado David Arellano. Tras estudiar los entrenamientos de los argentinos y uruguayos, llegó a la conclusión que su superioridad se basaba en el entrenamiento constante y profesionalización íntegra de la actividad.

La selección se armaría con la base del plantel de Colo Colo y fueron dirigidos por el italiano, Jose Rosetti para disputar el Sudamericano de 1926.

Chile hizo historia, vestidos de rojo por primera vez golearon en el partido inaugural por 7-1 a la debutante Bolivia. Arellano anotó cuatro goles y también hubo otros tantos colocolinos como Guillermo Subiabre y Humberto Moreno, quién hizo el primer tanto olímpico en la historia de las Copa América.

Posteriormente, perdería contra Uruguay, empataría con Argentina y le ganaría a Paraguay por 5-1. Fue el inicio del profesionalismo a nivel de selección en el país y lo lideró un hombre que cambió para siempre la historia del fútbol nacional.