Minuto 77, cesión de Mauro Olivi, control de pecho de Carlos Muñoz, bomba de derecha y a celebrar. Fue la obra de arte del porteño que definió el superclásico 172.

“El partido estaba parejo, los dos equipos propusimos buscar el arco rival. Tuve dos clarísimas. La expulsión marcó el trámite y les afectó, tomamos el control del balón. En el segundo tiempo tuvimos muchas llegadas y no concretamos como en otros partidos, pero los clásicos se definen por detalles”, manifestó el porteño.

De su tanto, dijo que “afortunadamente me tocó a mí la genialidad. El pase me venía bien, estaba solo, el Pampa me vio y el control fue el bueno. Le pegué con el alma”.

Sobre el golero rival, tiró que “no tengo nada en contra de él, independiente de que nos ataque. Lo que se dice dentro de la cancha queda ahí. Qué pena por él que me tocó marcarle nuevamente”.

Finalmente, recordó que cuando se fue expulsado “yo fui el jugador agredido, jamás le intenté pegar. Me defendí, pero no le tiré ni un manotazo. Es apelable, no me quiero perder ningún partido”.