Un de julio de 2007, Colo Colo dio la vuelta olímpica ante su eterno rival en el Estadio Nacional, en la tarde en la que Claudio Bravo agigantó su figura en Colo Colo y lo que marcó el comienzo del exitoso proceso comandado por el Bichi Borghi.

Un título que a todas luces fue justo. Los albos fueron los punteros de la fase regular, el equipo más goleador y el que ofrecía un fútbol más vistoso liderados por un conjunto de ensueño que tenía a Jorge Valdivia, Matías Fernández, Humberto Suazo, Gonzalo Fierro, entre otros.

 

Pero se sufrió bastante. En la ida el Cacique había comenzado perdiendo mostrando un opaco nivel y logró remontar de la mano de la inspiración de Matigol. En la vuelta, ante 65 mil personas, la U metió ganas y le complicó la vida al Popular, imponiéndose por 1 a 0 y llevando el duelo a penales.

Matías comenzó el acto con un furioso remate, marca registrada del 14 de los blancos. Salas anotó el segundo y posteriormente hace el gesto de silencio a los hinchas que coparon el Nacional. Suazo fue el encargado de aumentar y Bravo puso tranquilidad conteniendo el disparo a un nervioso Hugo Droguett.

Luis Mena puso un disparo fuerte, pero Pinto se lo contiene, las esperanzas fueron depositadas en Mayer Candelo. Con la tensión a mil, el colombiano quiso hacerse el guapo picando el balón, pero al frente estaba uno de los grandes de la historia del fútbol chileno y desde el suelo en una reacción notable le ahoga el grito de gol.

Convierte Aceval y se desató el carnaval, Colo Colo volvía a ser campeón tras cuatro años, sumando la primera alegría de un equipo que marcó una época en el fútbol chileno. El marco no podía ser más perfecto, estadio lleno de camisetas albas, teniendo a varios de los estandartes que cambiaron la historia de este deporte y con un estilo que encandiló al hincha.

Pero también es un título que siempre sale al baile cuando se recuerdan hitos de un superclásico. Campeón en tu cara, prohibido olvidar.