Un 4 de abril de 1925, se celebraba una reunión de los socios de Magallanes donde debían tomarse diversas decisiones en torno al futuro del club. Conformación del equipo, planes institucionales, la elección del nuevo capitán, son sólo algunos de los tópicos que se trataron en dicha junta donde estuvo presente un destacado futbolista que era un adelantado para su época: David Arellano.
En ese entonces era un destacado volante interior izquierdo con sólo 23 años. Era uno de los que estaba mejor posicionados para llevar la jineta debido a su calidad, pero sobre todo, su mentalidad que vislumbraba ideas que parecían revolucionarias para el fútbol de esa época y que sedujo a muchos compañeros. Sin embargo, sus innovaciones no gustaban en buena parte de la directiva ni a los futbolistas “regalones”, ya que sentían la presión de ser desplazados de sus lugares de privilegio.
Algunos planteamientos era empezar a dar oportunidades a los jóvenes en desmedro de los veteranos que ya no estaban rindiendo, profesionalizar la institución con un pago regular a sus miembros y que nadie jugara con el nombre. Para reducir la influencia de Arellano, se cambiaron las reglas de la elección del capitán: ahora votaban los dirigentes en unos comicios donde históricamente sólo intervenían jugadores, lo que colmó la paciencia de un grupo importante de futbolistas.
“Vámonos Quiñones”
La medida era para que Arellano no fuera capitán, lo que también terminó con su paciencia, se levantó y conminó a sus compañeros a retirarse del lugar. Su liderazgo era tan fuerte que varios lo querían seguir, pero Juan Quiñones, otro de los cabecillas, intentó en un tono conciliador que las partes se acercaran. Pidió a los dirigentes que escucharan a los más jóvenes, pero su esfuerzo fue inútil.
Fue en ese momento cuando don David, cansado de la arrogancia y soberbia de la directiva, decidió que no había nada más de que hablar: “vámonos Quiñones, deja que jueguen los viejos”, fue el grito del disconforme líder. Se cansó de que no pudieran mejorar lo existente y que sus intentos de aportar fueran recibidos con hostilidad, por lo que junto a otros jugadores “rebeldes” abandonaron la asamblea y también Magallanes.
Las personas que pasaron a la historia tras dejar la cita son David Arellano, Francisco Arellano, Rubén Arroyo, Nicolás Arroyo, Luis Mancilla, Clemente Acuña, Juan Quiñones, Rubén Sepúlveda, Luis Contreras, Salvador Torres, Togo Bascuñán, Guillermo Cáceres y Armando Stavelot.
El grupo se dirigió al Bar Quitapenas, que se encontraba al frente del Cementerio General, lugar donde nació la idea de crear un nuevo club que tuviera como principios los valores innovadores de Arellano. Fue la primera estrella de una constelación que estaba por nacer.
Se propusieron varios nombres para dicha institución, surgieron como posibilidades Arturo Prat o Independiente. Pero un joven llamado Luis Contreras fue más allá, buscaba algo que tuviera un significado transversal, un cacique araucano: Colo Colo.
Esto es parte de la historia del nacimiento de un club con una esencia tan honorable como es Colo Colo, por la convicción de siempre querer superarse y ser los mejores a través de una actividad sana como es el deporte. Algo que surgió del trabajo en equipo que significó la fundación de una institución que se volvió un verdadero emblema para millones de hinchas.