El año 2006 es, sin duda, un año que los colocolinos jamás olvidaremos. Ese año se inició una tremenda campaña de la mano de Claudio Borghi que culminó con un tetracampeonato. Además, esa increíble Copa Sudamericana que disputó el Cacique y que no pudo coronarse como campeón será muy difícil de sacar de nuestras mentes.

Pero hay otro suceso clave en ese año 2006. Un 2 de julio, Colo Colo enfrentaba a Universidad de Chile por la final vuelta del Torneo de Apertura. Los albos venían de ganar en la ida con 2 golazos de Matías Fernández y llegaban con la primera opción de dar la vuelta olímpica.

Sin embargo, no fue fácil. Universidad de Chile, comandada por Marcelo Salas, hizo un muy buen partido y estuvo a punto de cambiar la historia con un cabezazo del Matador. El resultado fue un 1 a 0 para los azules que significó la definición desde los 12 pasos.

La tanda de penales la comenzaría, obviamente, Matías Fernández. El 14 de los blancos se paró frente al balón y disparó un certero derechazo a la ratonera inferior derecha del arquero Miguel Pinto. Luego, fue Marcelo Salas quien igualaría el marcador y Humberto Suazo se encargó de dejar todo 2 a 1.

Posteriormente, comenzaría a aparecer la figura de Claudio Bravo. Primero, para contenerle un penal muy mal pateado por Hugo Droguett. Por lo anterior, el Cacique tenía la gran oportunidad de estirar las cifras, pero el disparo de Luis Mena fue atajado por Pinto y el arquero colocolino tendría que trabajar horas extras.

Es que lo que hizo Bravo en el penal que venía es algo que no se ve todos los días. Mayer Candelo se paró frente a la pelota, suspiró y picó el balón. Lo que no sabía, es que al frente suyo estaba uno de los mejores arqueros de la historia de Chile, quien, desde el suelo, tuvo una reacción felina para ahogar el grito de gol azul.

Claudio Bravo se hizo grande ante Candelo | Imagen archivo

Claudio Bravo se hizo grande ante Candelo | Imagen archivo

La historia es conocida. El “si convierte Aceval” de Claudio Palma sigue retumbando en nuestras cabezas cada 2 de julio. Es que el Cabecita de Tele no falló e hizo estallar a todo un pueblo albo que veía la desazón de su clásico rival y la estrella número 24 para la vitrina alba.

Ese fue el comienzo de una historia plagada de éxitos de una generación colocolina que supo relucir con orgullo el indio en el pecho por todos los rincones del planeta donde fueron a jugar. Un día que, sin dudas, jamás se olvida.

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