Este 5 de junio se cumplieron 28 años de la obtención de la mayor alegría histórica que ha dado un club chileno. Colo Colo ganó la Copa Libertadores en su segundo intento de finales, tras pasar por encima del Olimpia de Paraguay.

 

Rubén Espinoza fue uno de los jugadores más destacados de aquel logro, siendo el segundo goleador del equipo en el certamen con 5 anotaciones.

Un arduo camino llevó a ese celebrado título, el ex carrilero manifestó que el plantel estaba con una fuerte convicción en sus capacidades y que ese era su momento. Sacaron muchas lecciones de la frustrante eliminación a manos de Vasco Da Gama en 1990.

En conversación con Dale Albo, Espinoza relató la unión de un grupo que hizo historia, los fantasmas que se le aparecieron en determinados momentos, pero también de que no era un conjunto que se conformaba con avanzar lo más posible, pues sólo querían ganar.

 

¿Cómo fue el momento en que levantas la Copa Libertadores?

Fue un momento histórico, uno no dimensiona en ese momento que después iban a pasar 28 años y que ningún otro equipo haya logrado ese objetivo. En ese momento, lo que se me venía a la cabeza, era lo que siempre decían los equipos del Atlántico de que la copa se mira y no se toca. Entonces lo único que quería en ese momento era que los hinchas la tocaran, y bueno yo tampoco quería soltarla. Pero también hubo un momento en el que hice participe a la gente entre medio de la reja. Yo les decía tóquenla, porque eliminábamos años de frustración de escuchar que nunca la íbamos a ganar. 

¿Qué cosas se te venían a la cabeza tras haber logrado la hazaña?

Cuando terminó ese partido con Olimpia, se vienen un montón de cosas a la cabeza. Mi familia, mis hijos, mis padres, los hinchas que iban constantemente a vernos a los entrenamientos a dar su apoyo. Y sobre todo la etapa compleja que vivimos el año 90, que en lo personal que fue lo más dolorosa que viví como futbolista. Porque estábamos en una instancia importante contra Vasco Da Gama, donde estuvimos ganando todo el partido, incluso por dos goles, ante un Estadio Nacional repleto, y en el último minuto nos empatan a 3. Nos fuimos a penales y me tocó patear el quinto penal y lo perdí, mi frustración fue muy grande en ese momento. En lo general también fue doloroso, porque veíamos a tanta gente pasándolo mal por ese partido y mi dolor se acrecentaba más porque yo era especialista, practicaba penales muy seguido y en ese partido anoté dos goles y me perdí el decisivo, viví las dos caras de la moneda. Esa frustración se mantuvo por mucho tiempo.

¿Cómo vivieron la pretemporada para preparar su participación en la copa?

La espinita de la eliminación con Vasco la llevamos varios jugadores. Por eso en la pretemporada del 91, desde el principio se notó que se vivía un ambiente especial en la exigencia del trabajo de Marcelo Oyarzún, había una sensación positiva de que ese era nuestro año. Durante la competencia, la concentración fue diferente, estábamos 3 días en la Leonera, regresábamos a Santiago, estábamos un día con la familia, volvíamos y estuvimos así por un mes y medio. Era un trabajo muy exigente. Cuando regresamos a Santiago empezamos a hacer el trabajo futbolístico con Mirko. Era un grupo muy maduro, profesional, nunca presentó inconvenientes para adaptarse. Los jóvenes también se adaptaron muy bien, me llamaba mucho la atención como asumían una responsabilidad tan grande, porque es muy difícil jugar y responder, ellos lo hicieron. Miguel Ramírez o Javier Margas tenían menos de 20 años, el Leo Herrera, Juan Carlos Peralta, Leo Soto, muchos jóvenes que a la hora del entrenamiento mostraban una muy buena disposición. Cuando avanzaban las etapas nos sentíamos cada vez con más confianza, el equipo se veía bien y Mirko mantuvo una estructura estable.

¿Cuál fue el partido más difícil?

Para mí el momento más complicado en esa Copa Libertadores fue el partido en segunda ronda con Universitario en el Monumental. Todos hablan de Boca o Nacional, pero nosotros veníamos de una frustración muy grande el año anterior en la misma fase. Ese partido con Universitario fue muy duro, se definió en los últimos minutos, donde recuerdo que Daniel (Morón) tuvo una atajada espectacular de un cabezazo de Balán González en el minuto 92 que nos habría mandado a penales. Habría sido complicado irnos a penales, porque se nos venían los fantasmas del año anterior, por eso sentíamos la obligación de ganar en los 90 minutos. Fue el rival más complejo por los temores que teníamos.

Tuvieron que enfrentar a dos firmes candidatos, Nacional había sido campeón 1988 y Boca tenía un plantel para ganar la copa ¿Cómo viviste esos partidos?

Estábamos más concentrados. Pasábamos más tiempo entre nosotros que con la familia, ellos nos tenían que ir a ver al hotel. Nosotros teníamos el grupo de deportistas y nuestras señoras se juntaban entre ellas, entonces eso te mostraba que había una unión en todo los aspectos, un ambiente grato y un objetivo general que era la Copa Libertadores.

Con Nacional tuvimos un muy buen partido en el Monumental, después en la revancha en el Centenario no nos fue bien, recuerdo que entrenamos en una cancha seca y al otro día era un barrial, la deben haber mojado, no les favorecía que jugáramos en cancha seca. Perdimos 2 a 0, pero en la ida metimos 4.

Después vino Boca, el partido que jugamos en la Bombonera fue uno de los mejores que hicimos, por la seguridad y convicción de que nosotros teníamos los argumentos para estar en la final. Pese a que perdimos con un penal discutible, sabíamos que en el Monumental nos hacíamos demasiado fuertes por el apoyo de casi 65 mil personas que hacía que nuestro rendimiento subiera muchísimo, no nos cabía la menor duda de que lo dábamos vuelta. Había una frase que repetía mucho el Chano (Garrido), "En el Monumental se cuecen todos", porque se cansaban con la presión y perdían. No fue la excepción con Boca, en un partido duro, donde surgió la desconfianza tras el gol de Diego Latorre, pero en los últimos minutos fuimos un equipo tan generoso entre nosotros, que debimos haber ganado por mayor diferencia. Terminó y hubo los problemas que todos conocen, donde nosotros no participamos, era la impotencia de que eran un equipo de estrellas que había sido muy superado por Colo Colo.

¿Y la final?

Estábamos más convencidos aún, pese a que jugábamos con el campeón vigente. Fuimos a Paraguay y empatamos a 0, donde lo más complicado fue la cancha que estaba en un estado horrible. Pero igual tuvimos muchos argumentos, Daniel Morón también tuvo un papel importante en los momentos difíciles. Ya en la vuelta, el ambiente era triunfalista, la gente se sentía campeón sin jugar el partido y nosotros teníamos que llamar a la calma. En el plantel conversamos de que mientras no se ganara el partido no podíamos decir nada. Ya en la final, Daniel atajó dos mano a mano y mientras transcurría el partido, los jugadores de Olimpia se desesperaron al verse superados, se encontraron con un equipo superior en lo futbolístico y las ganas, además de que teníamos el apoyo, entonces eso nos dio una diferencia abismante.

Fue gratificante ver como se coronó un esfuerzo de muchos años, de cuando inició este proceso Arturo (Salah), que armó este grupo de jugadores, que le costó mucho educarlos y donde creó líderes positivos como Lizardo Garrido, Raúl Ormeño, Jaime Pizarro, que eran los referentes del equipo.

Los que veníamos llegando no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, sólo sabíamos que era el equipo más popular y la exigencia, pero lo que conlleva es otra cosa. Ser campeón de la Libertadores era una obligación.

Fue un momento tan especial, que hasta hoy todo ese grupo aún mantenemos contacto. Me parece que eso da a entender lo sólido que era ese grupo, es emocionante recordarlo, es emocionante reencontrarme con mis ex compañeros.

 

Ya que mencionabas que los equipos del Atlántico transmitían que la Copa se miraba pero no se tocaba ¿Sentiste algo por haberlos podido eliminar del torneo y demostrarles que se la podían?

Nunca nos sentimos menospreciados, había eso si un tema de la supremacía de los equipos del Atlántico, que nos generó la ambición de querer superarlos y cortar el negativo número de no poder conseguir logros internacionales en el fútbol chileno. Fue una motivación extra para nosotros

En el mismo día de la final ¿Nunca sintieron un tipo de presión o nervios de lo que había sido la historia donde los equipos chilenos ya habían perdido 4 finales?

Nunca pensamos en los malos recuerdos, sólo pensábamos en ganar. Nosotros manteníamos un equilibrio de tal manera, que se tranquilizaba el ambiente, por eso nos daban por campeones sin jugar. Llamamos a la calma, quedaban 90 minutos y teníamos que demostrar, eso habla de la madurez del plantel. En ese momento no me acordaba de las oportunidades que se perdieron los equipos chilenos, sólo me acordaba de Olimpia, de que les quería ganar. También que la estadística iba a mostrar que terminaríamos invictos en el estadio.