Sin duda alguna que los recuerdos de las obtenciones con las dos Copas Américas en la Selección Chilena quedarán siempre en la historia. Claudio Bravo, uno de los jugadores emblemáticos para triunfar en estos dos certámenes que se disputaron, recordó con cariño estos dos trofeos.
En esta medida el portero y capitán de ambos procesos deportivos que se vivió futbolísticamente, en la cual contó en extenso los momentos ocurridos en los torneos que se disputaron en nuestro país el 2015, como así también los dificiles momentos previos para el certamen de Estados Unidos en 2016.
“La derrota contra Brasil nos dejó un sabor amargo, pero también pudimos sentir que algo grande se aproximaba. Teníamos una generación increíble, jugadores del Barça, Arsenal, Juventus. Estábamos bajo presión, especialmente yo como capitán. No podíamos desperdiciar esta generación. Teníamos que ganar algo. Cuando llegó la Copa en 2015, y en casa, era nuestro momento”.
En este mismo punto, el guardameta apuntó que “Por suerte, llegamos a la final contra Argentina. Y otra vez, una consagración en los penaltis. Creo que la clave es la parte mental. Las estadísticas no dicen nada si no puedes meterte en la cabeza de tu rival. Tienes que distraerlo, hacerlo sentir nervioso, hacerle sentir la presión. Así es como ganamos la final”.
Sin embargo, el portero recordó los duros episodios que enfrentó en plena participación de la Copa Centenario, donde incluso no iba a estar presente producto de algunas lesiones y problemas de salud que sufría su hija.
“En realidad, yo no iba a ir a la Copa América Centenario en Estados Unidos. Venía lesionado, y nuestra hija más chica, Emma, atravesaba un problema serio de salud. Mis primeros dos partidos fueron un desastre. Estaba fuera de forma y distraído. Mi cuerpo estaba ahí en el campo, pero mi mente estaba en casa con mi familia. Me marcaban goles por todos lados y yo me acuerdo de que, en el segundo partido, me hacen un gol y pensé ‘no estoy listo para competir’”.
Además, consideró que “Me sentía muy frágil, decían de todo en los programas de televisión y en las redes sociales. Llegado un punto, entendí que tenía que recomponerme. Toda mi vida había logrado levantarme cada vez que estaba en el piso”.
En lo que tiene que ver con los partidos, el capitán de la Selección Chilena recordó “Comencé a pensar en mis responsabilidades como capitán. Teníamos una chance de llegar a otra final. Teníamos un equipo fantástico que merecía ganar más. Sabía que, si lograba estar a la altura de mis posibilidades, iba a lograr revertir la situación. Y me dije basta, suficiente”.
“Ganamos los cuartos y la semifinal con nuestra valla invicta. La final fue contra Argentina, y otra vez fue a los penaltis. Había visto partidos de los ejecutantes en situaciones de presión, porque cuando la presión es tan fuerte, los jugadores suelen repetir lo que venían haciendo. Me acuerdo del penalti de Lucas Biglia, el último. Había visto los últimos 8 que había pateado, así que cuando vi que arrancaba desde la mitad de la cancha, lo supe. Ya había hecho la parada antes de que él ejecutara”.
Incluso, en este punto, señaló que “Mientras corríamos por el campo celebrando, empecé a llorar. Como padre, había estado miles de kilómetros lejos de mi hija. Como jugador, había sido el capitán de toda una nación, de 18 millones de chilenos. Había empezado mal. Me habían crucificado. La presión había sido enorme. Nunca te olvides de que los futbolistas también somos seres humanos”.
Finalmente, destacó que “Un día después, volé de regreso a casa con mi mujer y mis hijos. Emma está bien, gracias a Dios. Celebramos con una cena familiar. Nada especial, como se dice. Aunque para mí, esa fue la cosa más especial del mundo”.