Hoy es un día muy especial para Colo Colo. Se conmemora el aniversario 30 de la obtención de la Copa Libertadores de 1991, de la mano de Mirko Jozic y un inolvidable grupo que entró en la historia grande del fútbol chileno.

Muchos de sus protagonistas recordaron ese momento en diferentes diálogos con DaleAlbo, comenzando con uno de los jugadores más queridos de ese equipo, el gran Marcelo Barticciotto, quien dio la receta de ese equipo para arrasar en Sudamérica.

El club era una familia, era maravilloso, la relación entre nosotros, con la dirigencia más allá de lo que digan de ellos. Éramos una familia. Por algo se ganó todo lo que se ganó. Creo mucho en los lazos, en las relaciones humanas. Había una armonía difícil de creer. Eso nos ayudó más allá de lo que jugaba cada uno”, comentó el ídolo.

En ese entonces, el 7 del Pueblo tenía apenas 21 años, por lo que le da mucha importancia a la labor de los referentes de aquel grupo. “Los más grandes eran el Chano (Garrido), Raúl Ormeño, Daniel Morón, Flaco Dabrowski y Jaime Pizarro. Llevaban la voz cantante y eran líderes positivos. Se podía decir que eran cabrones, que el Chano jugó mundiales, pero eran líderes. Eso se notaba en que le hacían el trabajo fácil al técnico. Solucionaban todo antes de que le llegara al técnico y Mirko se dedicaba a dirigir”, profundizó.

De hecho, contó una anécdota de cómo los más grandes aconsejaban a los chicos de ese equipo. “Cuando sale Miguel Ramírez fue un boom. Encima estaba la telenovela de Cheíto, la del momento, venezolana. Miguel tenía arrastre con las chicas, lo iban a ver chicas al entrenamiento. Hasta dos mil personas nos iban a ver entrenar, eran prácticas abiertas. En un momento Miguel medio se agrandó y lo agarraron en el sauna un día. ‘Sabes qué pendejo, no te agrandes, acá hay jugadores mucho más ganadores que vos’. Miguel lo agradece. Se agrandó y lo aterrizaron. Así eran los líderes. Quizás después el técnico lo sacaba”, reveló.

Y fue el ex defensa quien confirmó aquel suceso. “Ahí está la importancia de los líderes y uno lo trata de replicar. Venía de Lo Prado, sólo tenía el barrio, era mi mundo. Vivía encerrado en una burbuja. Pasar del barrio a Colo Colo, el equipo que siempre quería, al que mi papá me llevaba a ver jugar, era un sueño. Tuve una carrera muy rápida. Llegué el ‘85, el ‘87 me subieron, el ‘90 era titular y el ‘91 ganamos la Libertadores. Uno no está preparado para esa caja de resonancia y los que te van preparando son los líderes, los mayores como el Chano, Morón, Jaime Pizarro. Te dan herramientas”, complementó.

Miguel Ramírez valoró todo lo aprendido en ese período. “Fue la etapa más importante de mi formación profesional. Hace poquito nos empezamos a juntar con los integrantes del plantel. Sentía la necesidad de juntar a los muchachos y decirles lo importantes que fueron en mi vida, cuánto aprecio sus consejos, su ayuda, el haber sido partícipe de un plantel ganador”, comentó.

UN OBJETIVO MAYOR

Eduardo Vilches era uno de los jugadores que mejor asimiló el método de Jozic, haciendo un trabajo silencioso, pero muy efectivo. Destacó la unión de ese equipo. “El grupo era el plantel, no había grupos por cada lado. Es muy difícil cuando se alinean los planetas y se juntan la calidad de jugadores que se juntó ese año. Todos éramos uno. Antiguo el dicho, pero todos para uno y todos para uno, así funcionábamos. Cuando nos teníamos que tirar las mechas, lo hacíamos. Aguantábamos y aceptábamos cuando cometíamos un error y un compañero nos decía. Eso fue lo maravilloso del grupo”.

Ricardo Dabrowski se alineó a los dichos de Barticciotto cuando habló de la familia que era ese grupo. “Lo que expresó Marcelo es el sentir de todos. La base de los logros que tuvo ese Colo Colo se dieron por el respeto, la convivencia y el querer ser parte. Seguro que es el logro más importante la Copa Libertadores, pero ese grupo ganó un tricampeonato de torneos largos y tres Copa Chile de hoy. Eso no es fácil, mantener tres o cuatro años el rendimiento más allá del cambio de jugadores y hasta de técnicos”, dijo a DaleAlbo.

“Teníamos que tener una buena convivencia. Varios veníamos de años anteriores y cada año que pasaba se iba mejorando. Nos sentíamos muy bien. No había conflictos, era todo con gusto, lo mismo los viajes. Siempre tratamos de ver el lado positivo. Disfrutamos mucho”, detalló.

Daniel Morón era uno de los experimentados de aquel plantel y por eso, habla de cómo se construyó aquel proceso varios años atrás. “Lo de Colo Colo campeón de América no nace de un día para otro, son cinco años de una construcción de un equipo. Partió el ‘86 con Arturo Salah, a fin de año se va Astengo, el ‘87 se va Roberto Rojas y ahí se comienza a armar y a no desarmar más el equipo. Sólo se empezó a potenciar. No porque hayamos llegado yo y Dabrowski, quizás eso fue lo que menos se potenció (ríe). “El ‘88 llega Lalo Vilches, Rubén Espinoza, después el Negro Salgado, Rubén Martínez, el Pato Yáñez y el Coca Mendoza. Entonces siempre se fue depurando el equipo. En cinco años se hizo un trabajo de maduración”.

Pero también cuenta como tuvieron que pasar frustraciones para alcanzar esa madurez: “el ‘90 llegamos a segunda fase y estábamos para un par de escalones más y recibimos ese mazazo de Vasco da Gama por penales. Pero ya ese equipo que se había formado estaba dando señales de que tenía posibilidades de ir por algo más. Y así fue”.

LOS REFUERZOS DE 1991

Gabriel Mendoza fue una de las incorporaciones, proveniente desde O’Higgins. “Era un desconocido y parecía que siempre hubiera estado en Colo Colo. Creo que estoy en la historia porque fui un refuerzo aporte, lo que necesitamos ahora (…) Lo soñaba y por eso digo que los sueños se pueden cumplir, cuando uno trabaja, es disciplinado. Quería llegar a Colo Colo, ganar todo, pero no pensé que tan rápido me iba a cambiar la vida de un año para otro. Después de años le tomé el peso”, recordó el Coca.

Jugó todos los partidos, pero justo tuvo la mala fortuna de lesionarse en la final, viendo el tercer gol en la clínica. “Hago la misma jugada de siempre, me desestabiliza y quería apoyarme para salir rápido. Pero como estaba con rocío por el invierno, se me salió todo el codo, se me luxó. El médico de Colo Colo era ginecólogo, si hubiera estado el jefe médico, Álvaro Reyes, me pone el brazo y hubiera estado al menos en el estadio. Como pensaron que era grave, me llevaron a la clínica y me perdí la celebración. Celebro el tercer gol con los médicos saltando en la camilla y me devuelvo al estadio con la férula. Llegué al camarín y pude abrazar la Copa”.

Patricio Yáñez fue el fichaje estrella de esa temporada, un nombre que venía de disputar un Mundial, dos Copa América y un buen paso por el fútbol español. “Colo Colo me terminó de consolidar en términos de aceptación. Conseguir títulos, la Copa Libertadores, la Copa Chile… Fui campeón con San Luis cuando ascendimos a Primera el ‘80, pero Colo Colo fue lo mejor. Me daban como un jugador acabado, que ya no tenía nada que hacer y me reinventé, me motivé, encontré espacios para trabajar, para ser feliz dentro de la cancha”, aseguró el ahora comentarista.

SE MIRA, SE NOTA Y NO LA QUEREMOS SOLTAR

Rubén Espinoza fue clave en aquel torneo, jugando todos los partidos y siendo el segundo máximo goleador del equipo con cinco goles. “La parte profesional se vio siempre. En Colo Colo el objetivo el año ‘91 era ganar la Copa Libertadores. Por eso fue la preparación en La Leonera donde Mirko creo que cambia su metodología. Hubo un gran trabajo de Marcelo Oyarzún, preparador físico. Joven, con una vitalidad que transmitía para que uno quisiera comerse a los rivales. Estábamos muy bien preparados. Entrábamos convencidos que los equipos no iban a durar porque los presionábamos en campo rival. No dejábamos salir al rival”, recordó el oriundo de Tomé.

La mala fortuna coqueteó con él para sacarlo de la final, pero el no iba a salirse por nada del mundo. “El principio fue complicado, Remigio Fernández, el central, me tiró un planchazo y me lesionó. Pedí un vendaje, que no me sacaran y después me pusieron cuatro puntos. La final no me la iba a perder por ningún motivo, menos jugando de local. Después viene lo del Coca y terminamos jugando con un equipo no improvisado, pero joven con respecto al más titular. Ya con el tercer gol sentimos que la Libertadores se quedaba en Chile. Ahí aparecieron los jugadores”, complementó.

Fue uno de los jugadores que más se repite en las fotos del equipo con el trofeo y cuenta la razón. “No quería soltar la Copa Libertadores. Era un desafío muy grande, la obtuvimos y no la quería soltar. Lo que me tenía más picado es que los del Atlántico decían que esa copa se mira y no se toca. Cuando la tuve en mis manos traté de hacer participar a la mayor cantidad de gente. Se la llevé a los hinchas, les decía que la tocaran. Era una sacada de madre de vuelta a los equipos del Atlántico. Ahora un equipo de Chile, Colo Colo, la tenía. En La Moneda hice lo mismo, ese era mi mensaje, que la gente tocara la copa, los hice partícipe de una frustración que tenía yo como jugador”, contó.

"UN REGALO PARA TU VIEJO"

Leonel Herrera era otro de los jóvenes de ese equipo y le tocó jugar la final por la ausencia de los delanteros estelares. Al igual que Lucho Pérez, no desaprovechó la oportunidad.

Es como si hubiera sido ayer, los recuerdos están demasiado vivos. La gente te lo recuerda en cada momento. Es impresionante, vamos para los 30 años y todo el mundo se acerca a saludarte, a recordártelo. Eso te llena de orgullo, que un partido de fútbol pueda marcar tanto a la gente. Y en especial a mí”, relató.

Tras su gol, contó cómo se vino el recuerdo de su padre, quien había perdido la final del 73. “Quería salir gritando, tenía la mente en blanco y cuando me doy cuenta de lo que había hecho es cuando llega Barti y me dice ‘Leo, esto es para tu viejo’. Ahí reaccioné, me di cuenta, me fui llorando a reanudar el partido”.