Tras confirmarse la permanencia de Colo Colo, llegaron las evaluaciones en torno al plantel y fue el propio Aníbal Mosa el que notificó las salidas de varios jugadores emblemáticos que terminaban su contrato entre los que está Julio Barroso. El zaguero se va tras levantar tres títulos nacionales, dos Copa Chile e igual número de Supercopas, jugando un total de 195 partidos.

Pese a sus 36 años y un problema crónico en su espalda que mermó su nivel, el Almirante fue fundamental para darle solidez defensiva al Cacique en la recta final del Campeonato Nacional 2020, que en 12 partidos sólo perdió una vez. Manifestó su deseo de seguir, pero lamentablemente, no entró en los planes de cara a la siguiente temporada.

Lo cierto es que fue un hombre clave desde su llegada para el Clausura 2014 proveniente de O’Higgins. En ese entonces ya era considerado uno de los mejores defensores del torneo y llegaba con la tarea de devolverle seguridad a la última línea que estaba huérfana desde el retiro de Miguel Riffo.

Su fichaje no deja de ser elogiable, ya que tenía la posibilidad de disputar la Copa Libertadores con el Capo de Provincia, pero eligió el desafío deportivo de levantar a un club grande en crisis que no salía campeón hacía cinco años.

Y fue precisamente con Riffo con quien tuvo la posibilidad de entrenar y ver como devolver solidez a la zaga colocolina. Desde que llegó rindió de inmediato, cada defensa que estaba a su lado rendía gracias al orden, carácter y liderazgo que impuso Barroso, daba lo mismo si era con línea de tres o cuatro, o si había que improvisar con sus acompañantes.

Pero no sólo en el medio local se veía en buena forma, también lo demostró en la arena internacional, donde una de las imágenes más recordadas es su nariz rota en la clasificación a cuartos de final contra Corinthians. Simplemente, lo dejó todo.

Pero también fue un jugador de clásicos. Nunca perdió contra Universidad de Chile, a quienes se dio el gusto de anotarles en dos ocasiones, y sólo cedió cuatro veces ante Universidad Católica.

A pesar de que desde el fútbol mexicano tocaron su puerta, él prefirió quedarse, se empapó con los colores de la institución y el cariño de los hinchas. Él mismo lo dijo tras la permanencia “en Colo Colo viví las cosas más lindas de mi carrera, hizo feliz a mi familia y eso se queda para toda la vida”.

Barroso entendió de inmediato la exigencia de defender al Cacique y lo hizo hasta el final, incluso como capitán en el peor momento deportivo. Puso en juego su integridad física, ya que por sus problemas lumbares no era recomendable que jugara dos veces por semana, pero su prioridad era salvar a los albos.

Sólo queda agradecerle, hoy se fue el que para muchos, es el mejor defensa central extranjero de la historia del club. No hay otro internacional en su puesto que se haya afirmado como él,