Hoy es una fecha especial, pero no por un título inolvidable o una proeza deportiva. Se cumplen 20 años de la despedida de un integrante del olimpo de los máximos ídolos de Colo Colo, una figura transversal querida por distintas generaciones de hinchas como es Marcelo Pablo Barticciotto.
Siempre se habla de que hay que saber atesorar alegrías vividas en el pasado. Goles inolvidables, vueltas olímpicas, ganar clásicos, meter un título internacional. El 7 del Pueblo vivió todas esas experiencias en su etapa como jugador del Cacique, pero no sólo por esas cosas es tan querido por la gente. Es valorado por su integridad como deportista y persona, por ser alguien leal con sus principios y que incluso tras su retiro no dejó por ningún momento de estar pendiente del club, luchando por hacerlo más grande y mantenerlo cerca de la gente. Una persona cuya sensibilidad emociona hasta quienes ni siquiera tuvieron la suerte de verlo jugar.
El 7 de la gente
Corría el año 1988, Colo Colo en aquel entonces había iniciado un proyecto transformador muy ambicioso en el que querían terminar de una vez por todas el Estadio Monumental, ser un productor de jugadores de selección y luchar por un esquivo título internacional. Una de las sorpresas en ese entonces fue la llegada de Arturo Salah como entrenador, a pesar de la resistencia que generaba por su identificación con Universidad de Chile.
Él fue el encargado de armar la columna vertebral que tres años después levantaría la Copa Libertadores, donde una de sus apuestas fue el fichaje de un joven desconocido con pocos partidos en Huracán de Argentina: Marcelo Barticciotto.
La llegada de ese joven atacante no estuvo exenta de presión, ya que tenía que reemplazar nada menos que a Hugo Rubio, transferido al Bologna de Italia. A su vez, arribaba a un país desconocido con apenas 20 años, lejos de su familia y a un camarín lleno de futbolistas experimentados, por lo que su adaptación no sería fácil.
En sus primeros meses mostró un buen nivel futbolístico, impactando con su habilidad de jugar con los dos pies y mostrando una velocidad superior a la media del torneo nacional. Pero a pesar de dejar buenas sensaciones, el jugador tuvo un bajón anímico que le hizo incluso pensar en dejar el club, en donde la figura de Arturo Salah jugó un rol clave para sostenerlo, algo que sería importante para futuras alegrías y momentos simbólicos de la historia alba.
Esto, porque fue el encargado de anotar el primer gol en la inauguración del Estadio Monumental. “Nunca dimensioné lo que iba a pasar con ese gol después en el tiempo, ahí sólo vivía en el momento, pero no pensé lo que significaría en el futuro. Lo primero que se me viene a la mente es la felicidad que teníamos de tener casa propia, saber que íbamos a poder jugar por fin en nuestro estadio, con nuestra gente. Fue una fiesta ese día el estadio estaba repleto, eso hizo que mi gol pasara a segundo plano, cualquier que lo hiciera estaba bien”, recordó en una entrevista con DaleAlbo.
En la cima de América
Con el apoyo de sus compañeros y técnico, tuvo un ascenso meteórico en el Popular. Alcanzó una madurez que lo volvió una figura importante pese a que cambiaron de técnico con la llegada de Mirko Jozic. Con el croata aprendió nuevos conceptos y jugó un papel protagónico en la obtención de la Copa Libertadores por ser el encargado de aportar desequilibrio a un plantel que no tenía demasiada velocidad.
Su aporte fue fundamental con tres anotaciones, incluido su definición soñada ante Boca Juniors por semifinales. “Nosotros hacíamos siempre ese movimiento con Mirko y eso también produjo una distracción en las marcas. Yo sabía que la pelota iba a caer un poco lejos del arco, pero nunca pensé que no la iba a poder agarrar. Después le pego de una forma extraña, porque de lógica era para dejarla pasar y darle de volea de izquierda, pero ahí se me iba el arco muy lejos, se me salía mucho hacia afuera. En cambio, le pego, se mete arriba y sorprende al arquero, pero no lo hago nunca más“, recordó en una ocasión.
El resto es historia conocida, con Colo Colo levantando la Copa Libertadores y Barti regalóprobablemente uno de los momentos más emotivos de la celebración. La transmisión capta al atacante emocionado hasta las lágrimas conversando con sus padres, a quienes les dedicó el título. Una imagen que emociona hasta a los hinchas más jóvenes que reproducen la escena.
Gol triste
Sus enormes campañas con el Cacique le valieron la oportunidad de partir al América de México, donde lamentablemente no se pudo adaptar, en parte, por diferentes crisis de ánimo que tuvo en el país azteca. Por esa razón, buscó volver a Chile donde los albos eran su prioridad, pero una deuda del club con las Águilas por Toninho no le permitieron cumplir dicho anhelo.
Universidad Católica, por petición de Manuel Pellegrini, salió a su rescate, pero Barti no podía olvidar su amor por Colo Colo, viviendo el climax de ese cariño el 30 de mayo de 1995 cuando le tocó anotarel recordado Gol Triste en el Estadio Nacional. “Ahí me empecé a dar cuenta de mi cariño, el día del gol que juego contra Colo Colo. La gente fue extraordinaria, la ovación cuando me nombraron por el altoparlante fue increíble. Cuando hago el gol, no lo podía gritar, no podía fallarle a la gente”, narró sobre ese suceso.
Aquel momento marcó el final de su estadía en los cruzados y volvería a gestionar su vuelta al Monumental, pero esta vez con éxito.
Un añorado regreso
En 1996 concreta su deseo de volver al club de sus amores. Colo Colo canceló la deuda por Toninho para traer de regreso a uno de los héroes de la Copa Libertadores 91 y así presentarlo en la Noche Alba de ese año.
“Se paga la plata del Totinha. Al otro día era la Noche Alba y Jorge (Vergara) me dice, tienes que viajar, venir, vas a ser la sorpresa’. El día de la Noche Alba, llego al estadio a arreglar contrato y el gordo Vergara me dice ‘no tenemos un peso’, si firmas acá me siento contigo y arreglamos bien. Firmé, arreglé sin un peso. Me presentan como una sorpresa, esa Noche Alba fue extraordinaria. Fue una de las noches más lindas de mi carrera”, recuerda el ídolo.
De la mano de Benítez el 7 del Pueblo recuperó su nivel, siendo fundamental en las grandes campañas de un equipo que rozó la segunda Libertadores, pero perdió por penales en una dramática semifinal con Cruzeiro en 1997. Aquel inolvidable grupo metió también dos semifinales de Supercopa y también ganó tres títulos nacionales entre 1996 y 1998.
El ídolo estaba de regreso, viviendo una segunda juventud en un elenco protagonista, pero jamás imaginaría la catástrofe institucional que vendría años más tarde.
Campeón en la quiebra en su último año profesional
El 17 de enero del 2002 se vivió posiblemente el día más triste de la historia de Colo Colo. El club había tocado fondo cuando se había cortado el suministro del Estadio Monumental, no había luz ni agua caliente, la emblemática sede de Cienfuegos estaba tomada por no pago de remuneraciones. El Cacique había sido declarado en quiebra y el caos se apoderaba de la institución.
Ante el recorte presupuestario, muchos jugadores optaron por partir y el plantel parecía desmantelarse. Marcelo Barticciotto, que por ese entonces tenía 35 años y tenía pensado colgar los botines, decide postergar su retiro para aportar un último granito de arena al club que le dio tanto.
No le importó asumir un rol secundario en el equipo, jugando cada vez menos, quería entregar su experiencia a los jóvenes que asumieron la responsabilidad de llevar a los albos a levantar el título más emotivo de su historia. Se mantuvo siempre al frente a pesar de que la tragedia invadió su vida con el sensible fallecimiento de su padre, una persona que no sólo incluyó en su carrera, sino que en la postergación de su despedida del fútbol.
Adiós al fútbol
El 11 de enero de 2002 se realizó una nueva Noche Alba, que también marcaría la despedida de Marcelo Barticciotto del fútbol ante un Estadio Monumental repleto con cerca de 50 mil personas. Pese a que se presentaron a los nuevos refuerzos, incluido el anuncio estelar de Iván Zamorano, fue el 7 quien se llevó la mayor ovación.
En aquella ocasión se enfrentó el primer equipo ante una selección de figuras nacionales como Roberto Rojas, José Luis Sierra, Marcelo Vega, Hugo Rubio, además de muchos ex compañeros de Barti. El homenaje se realizó durante el entretiempo, donde el ídolo no pudo contener la emoción, especialmente por el momento personal que vivía.
El ex atacante siempre pensó estar junto a su padre el día que colgara los botines y así lo confesaría años más tarde: “No llegó a estar en mi despedida, pero yo sé que la vio desde arriba y la vio feliz. Qué sensación rara esa la de extrañar, en lugar de extrañar menos con el paso del tiempo, se extraña cada vez más. Mi papá fue un colocolino más y sé que me guiará en el curso de mi vida. Siempre me decía ‘Marce, yo tengo que estar en tu despedida’ y por eso la fecha se corrió en tantas oportunidades“.
Allí terminaba la exitosa carrera como jugador de Marcelo Barticciotto, uno de los más queridos en la historia de Colo Colo y que posteriormente daría otra vuelta olímpica, pero como entrenador. Una figura que dejó ocho títulos nacionales, tres internacionales y dos Copa Chile. Pero lo más importante, un referente que inspira un respeto transversal, alguien de convicciones firmes y una lealtad a toda prueba, valores que muchos extrañan en el fútbol moderno.